UN RUIDO INMENSO (94-95)

por Iván Pinto

En 1995 no había internet, la música se intercambiaba juntándose a copiar cassettes y se ahorraba semanas para poder comprar un original en la disquería Fusion. Esto producía una especie de “imán” hacia zonas de intercambio (Prontomúsica, Cemento, Voz Propia) y una suerte de “clave” entre melómanos sedientos por saber y escuchar más, algo que ya venía desde la década del ochenta y tendía a concentrarse en Paseo las Palmas.  

En pocos meses recuerdo haber escuchado cosas muy distintas entre sí: de La Polla Records a Pixies, pasando por el Ska 2 tone y llegando al Hardcore. Programas musicales universitarios como Proyecto R guiaban una escucha -mía- dispersa pero ávida donde se paseaban bandas como Políticos Muertos, G3, Disolución social, Vinchukas, Interterror, Ilegales, etc. Quizás alguien podría hacer un itinerario similar: pero de la época Rock and pop y los programas de Rolo Ramos, guardo especial recuerdo de la sección de Roberto Denegri, así como sus columnas en Extravaganza!, resguardando para ambos, muchas veces en televisión o en radio, la entrada a un mundo de sonidos nuevos: más tirados al dark wave o el punk rock old school británico (Ramos), o más hacia el noise, post punk, shoegaze, indie norteamericano, hardcore y post hardcore (Denegri). Ahí, por primera vez escuché la primera oleada hardcore trasandina o supe de 7 seconds, Bad brains, Descendents o Minor threat.

Uno asistía a tocatas: en pocos años se habían reorientado las tendencias. Entre 1994 y 1996, las escenas se “mezclaban”, así tengo el recuerdo de una tocata de Santo Barrio con Silencio Absoluto, pero también de Pánico con Entreklles o Supersordo. Creo que a nadie le importaban mucho -aunque por muy poco tiempo- las etiquetas.

Durante esos años se cristaliza también cierta ambición internacionalista de la industria a partir del fenómeno de MTV Latino, en el caso latinoamericano y chileno de un “rock mestizo” más radial, que también tuvo su intento internacional “alternativo” con el proyecto Sello Culebra de BMG (a la cabeza Rolo Ramos) donde la industria buscó capturar algo de la escena “under”. Poco tiempo después saldrían alternativas y empieza un auge de escena independiente (sellos, fanzine, autogestión). Todo ello contrasta en cuanto a modos de hacer y pensar la dimensión contra-cultural y política de la música. Si la palabra hardcore denomina algo aquí, contrasta por las formas de concebir, hacer y circular su discurso, desde una perspectiva abierta de autogestión.

Un poco antes. Recuerdo que leí en una Zona de Contacto un reportaje a bandas emergentes. Esto debe haber sido el 94:  ahí aparecían Pánico y Supersordo. Hasta hace poco si querías ir a ver una banda que no fuera de los ochentas o vinculado al mundo más  de izquierda tradicional y el nuevo canto, posiblemente te ibas a topar con Lucybell o algún proyecto de un ex Prisioneros. Como polos de una experiencia, Pánico y Supersordo eran como una metáfora de un universo que parecía separarse.  Pero se trataba de bandas que traían otros sonidos, otra estética y otra postura, que se deslindaba del punk “clásico” en línea Fiskales o Miserables y tampoco les importaba insertarse en el mainstream local.  

Recuerdo que fui a la disquería Voz Propia, que por esos años empezaba, y me compré el Supersórdido  (disco de 1992, sacando cuentas, no puedo ser exacto con la fecha en que lo adquirí). Lo escuché y escuché con su carátula fosforescente y los dibujos salidos de una mente delirante. El mundo sonoro que se abría ahí tenía que ver con el punk, el ruido y algo más crudo que en ese tiempo no podía definir aún. Aunque los escuchaba no los iba a ver. Una vez salieron en la tele -Canal 2- en el programa de Rolo Ramos diciendo que nadie los iba a ver y que estaban decepcionados de la escena- así lo recuerdo. Recuerdo que me dije que de esa vez en adelante los iba a ir a ver.

De ahí, tengo memorias saltadas: una tocata con Congelador en Taller El Sol. Y otra en Serrano, mucho más punk. Supersordo podía moverse entre aguas sonoras que tocaban extremos, lo que hoy llamamos “indie” y el punk, tratando de encontrar un público que esos años le era esquivo, pero a su vez fiel. Es cierto: el culto a la  banda creció después de su disolución. Aunque cuando ya sacaron el Tzzzzt en 1995 se escuchaban y presentaban como una banda sólida, con un sonido consolidado, crudo, pegado y chillón. Recuerdo que en la tocata de Serrano les gritaron “Superfugazi!!”. La tocata había sido densa, casi stoner, con saltos al hardcore y a lo que hoy llaman “math rock”.

Es difícil definir: aunque los trayectos de los integrantes se dispararon para distintos lugares –hacia la electrónica en el caso de Cortés; el rock stoner en el caso de Comegato y hacia una zona entre el post hardcore y el post-core de parte de Katafú– la sensación que me queda observando lo que empezó con las tocatas de Cimarrón de 1996 es que esto era una especie de antecedente o carta que marcaba una escucha.

El punto de llegada de todo esto, como comentaban en una columna reciente, fue 1997 con el inolvidable recital de Fugazi (leer acá). Es interesante que dos bandas que marcaron la escena underground, abrieron tendencias y estilos más crudos como fueron Silencio Absoluto y Supersordo, sin compartir principios necesariamente, pero sí un gusto por lo extremo y de espaldas a la escena mainstream para generar la suya propia, parecieran encontrarse simbólicamente en un evento que tiene sabor a fin de época. En el medio de las nuevas bandas que emergían – Redención 911, Disturbio Menor, etc- ese evento lo sentí como una bisagra generacional y un punto de ruptura.

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